Karina Janhke Solano
Ing. Karina Jahnke Solano
Una paciente contenta
Recuerdo que cuando era niña no me gustaba correr, hacer ejercicio y algunas cosas más. Ahora me pregunto ¿por qué? Puedo confirmar qué fue por qué no podía respirar, cuando me agitaba y necesitaba recibir mas aire, no entraba completo en mi pecho, sentía que tenía que abrir el pecho para que entrara el aire; en ese entonces yo pensaba que así sentían todos los que hacían algún ejercicio y me decía ¿por que les gustara sufrir? así pase toda mi vida, sin saber que no era normal.
A la edad de 46 años, un día que salí a caminar cerca de mi casa, del esfuerzo que hice al subir una cuadra, recuerdo que sabia que me empecé a sentir mal, sabía que algo malo me iba a pasar, entonces caí desmayada, un señor me encontró tirada y me despertó, cuando empecé a reaccionar me llevaron al médico a hacerme un electrocardiograma, el doctor que me atendió me dijo que tenía un soplo además de un esguince cervical, traje collarín, múltiples raspaduras en cara, rodillas y manos, dos dientes rotos, una muela y una cicatriz que aun conservo debajo del mentón y todo por la caída del desmayo.
Seguí con mi vida pero no podía dormir acostada, no podía respirar, me ahogaba, cada vez peor de que no dormía mas que sentada un poco y a ratos. No paso mucho tiempo y volví a salir a caminar y me volví a desmayar en menos de 50 metros, esta vez no quede tirada en el piso, mi esposo alcanzo a detenerme y no caí, dice mi esposo que tardó mas de 15 minutos en tratar de que me recuperara y estabilizar mi respiración , yo perdí noción del tiempo, en la noche de ese mismo día, me levante al baño, el cual no pasaba de 10 pasos y cuando regrese, antes de subir a mi cama me volvió ese sentimiento y mi esposo salto y me cacho literalmente, para este tercer desmayo me sentía peor, ya no podía respirar, o caminar sin desmayarme, o comer, entonces fui al doctor y me mando hacer un ecocardiograma, fui enseguida y fui diagnosticada con que había nacido con un mal congénito el cual consistía en que mi válvula aortica era bivalva en lugar de trivalva y esta anormalidad había hecho que se calcificara y se cerrara, el doctor me recomendó el Instituto de Cardiología y ese mismo día mi hermana Mónica me hizo comprar los boletos a México, mi hermano Guillermo me apoyó, hable con mi hermana Brenda y me dijo vente de inmediato, yo voy por ti aeropuerto, cabe mencionar que desde ese momento use silla de ruedas, pues si hacia esfuerzo alguno no podía respirar o podía volver a desmayarme, ese mismo día estábamos llegando a la Ciudad de México, al día siguiente entre por urgencias a cardiología, gracias a Dios.
Desde el primer momento que fui recibida me empezaron a estabilizar con las mejores atenciones, desde ese momento los doctores y residentes te llevan como en un vaivén el cual es orquestado por ellos, uno no sabe lo que están haciendo, pero ellos si, y no te dejan un solo momento, y te dan la mejor calidad humana que he podido recibir. Tarde algunos días mientras me estabilizaban para poder entrar a cirugía de corazón en buenas condiciones, la cirugía me daba miedo y yo no quería operarme por que temía que mi recuperación fuera muy dolorosa. Llegaron a presentarse los doctores del equipo que me iban a operar, cabe mencionar que no recuerdo sus nombres por que tenía mucha depresión, querían explicarme con dibujos lo que me iban hacer, yo no quise ningún dibujo ni nada, solo me quede platicando con ellos, debido a que son unas bellas personas que se tomaron un buen rato para mi, recuerdo muy bien que me decían con el afán de que me sintiera mejor que el dibujaba unos corazones preciosos y que si le permitía enseñarme lo que iban hacer, siempre dije que no , que prefería no saber para que no me doliera tanto, sin embargo el me dijo aquí te dejo el dibujo por si quieres verlo antes de la cirugía. Por fin llego mi operación, no recuerdo nada y después desperté de la anestesia en un cuarto de cuidados intensivos y me cuidaba un chico llamado David, mi intensivista, el cual es un doctor de primera como todos los que conocí en el instituto. Un día llego un doctor y me preguntó, hola ¿sabes quien soy? y yo le conteste que no, el me dijo, soy Mario Gomez, tu cirujano, el que te operó y lo único que atiné a decir fue “es usted muy joven”, me explico todo lo que hizo en mi operación; fue tanta la confianza que me dió mi cirujano Mario, que ni un día use el marcapasos, el me dijo que por favor confiara en él, que todo iba a estar bien, esa calidez humana especial en él ayuda, reconforta y genera una confianza que nunca había sentido. Mi cirujano iba diario a verme y me daba consejos y me decía: ya a tu casa!, estas bien!, o te gusta la vista del segundo piso del periférico?.
El doctor Mario Gomez es al único cirujano que ha tenido la atención de estar pendiente, iba diario a verme y diario me daba consejos, tomaba su tiempo para checarme, no nada mas médicamente, si no anímicamente y eso nunca lo había experimentado, es algo que te hace valorar todo nuevamente y te deja bien en todos los aspectos, él es un doctor que sabe tratar a sus pacientes, recuerdo que el último día que me dieron de alta el llego muy apurado a decirme como debía bajar y subir las escaleras, nunca había tenido esas atenciones, yo sé que el me ayudó a curar mi corazón en mas de dos aspectos, físicamente y le devolvió su palpitar del alma. Es un ser humano como pocos.
Mi cicatriz en el pecho, para mi es un orgullo de toda la travesía por este suceso, cabe mencionar que quedó casi como si no estuviera.
Puedo decir que tengo buenos recuerdos de mi operación y doy gracias a todos ellos y a Dios por haberme permitido seguir juntos.